lunes, 10 de enero de 2011

Crisis

Tengo que confesar que a mi esto de la crisis me encanta. Si, si. No pongáis esas caras. Yo es que sólo le veo cosas buenas. Ya se que el 20% de vosotros.....espera, que me acaban de twitear, el 21% de vosotros está en el paro. Pero, la verdad, al otro 79% esto nos ha venido de coña.

Vosotros sabéis lo que es esto de irte al club del gourmet y que no estén agotados el foie y las ostras? Que tiempos aquellos en que ibas feliz al Corte Ingles, deseando tirarte el pisto con alguna churri, pensando que en cuanto le metieras un par de tostadas de foie con puré de manzana el sujetador iba a salir disparado cual gacela descarriada. Pero, claro, llegabas al sitio y veías una cola de señores trajeados pagando en la caja con billetes de 500 € y diciéndole a la cajera: “Quedate la vuelta, bonita, que total, con vender una baldosa lo recupero”. Que cabrones. Esos seguro que hacían concursos de tiro con sujetador en sus casas. Mandaban a la parienta de crucero por las islas griegas. Llamaban a la tía esta que sale ahora en los programas del corazón y le decían: “Señora puta, aquí el Ambrosio. Me mande usted cuarto y mitad de damiselas liberales de las de a 6.000 €, y que hayan salio en la tele, que eso nos pone”. Que habrá sido ahora del Ambrosio. Porque estos tíos quemaban la pasta cosa mala. Comidas a todo lujo, botellas de vino que valían fortunas, bellinas a lo Berllusconi, yates, aviones privados y todo lo que hiciese falta. Pero, os lo creaís o no, cuando llego la crisis, los pobres no tenían nada. Empresa que quebraba, empresario que tenía un patrimonio de trecientos o cuatrocientos euros. Si es que el dinero es malo, malo.

¿Y que me decís de las colas en los bancos? Antes llegabas y tenías que esperar como dos horas para hacer cualquier gestión. Cuando llegaba tu turno, te atendía un caballero repeinado que te observaba con la misma curiosidad que a un insecto coleóptero. Le decías que querías una hipoteca de trescientos mil euros y te decía: “Sólo”. ¡¡¡Les parecía poco!!! Tu, que llevabas una semana sin poder dormir, intentando convencerte de que 40 años no es nada, que seguro que las pensiones cuando te jubiles serán mucho más altas y te dará para la hipoteca. Y el capullo me dice que: “Sólo”. Casi me dan ganas de matarlo. Pues ahora te vas al banco y aquello está más desierto que el Sahara, siempre que en el Sahara hubiera jubilados, claro. En treinta segundos te recibe el director en su oficina, a pesar de que le explicas que estas allí para pagar el recibo de la luz. Él, muy amablemente, te explica que eso es mejor domiciliarlo y que si no te llega la pasta ellos te la prestan al 35% de interés. Y te cobran cincuenta céntimos por el apunte. ¿Alguna vez habéis visto a alguien en un banco apuntando algo?

Otra ventaja de la crisis es que en mi barrio ya no hay robos ni atracos. Si no la tenéis, pedid que os pongan una oficina del INEM debajo de casa, porque es mano de santo. Como todos los días la gente empieza a hacer cola a las cinco de la mañana, no hay caco que se atreva a acercarse con doscientos pares de ojos en la acera. Una pena que cierren tan pronto. ¿Por qué no cogen gente de la cola y la ponen a atender por las tardes? Eso son dos pájaros de un tiro y lo demás tonterías. La verdad es que está muy mal organizado esto del INEM. ¿No sería mejor crear un grupo en Facebook y que se vaya agregando la gente como amigos si se quedan en paro? Aunque no se yo si estará preparado el chisme para aguantar cuatro millones de amigos. Y además estarían todos jugando al Farmville y todo el muro serían: Paco se ha comprado una oveja, María ha sembrado pepinos. Vamos, que poco práctico lo veo.

Ah, otra cosa que se me olvidaba. La pasta y el tiempo que te ahorras en periódicos y ver las noticias. Ya no hace falta. Para los nostálgicos, un consejo: grabaros un telediario. Si sois nostálgicos, en VHS. Y lo podéis ver todos los días, que no será muy distinto del que se pone en directo. Esto tiene otra ventaja: no te tendrás que tragar las historias del YouTube. Esas son las noticias de relleno que meten al final de las noticias, cuando ya no saben que contar. Deben tener a un becario encerrado en una habitación a oscuras y sin ventanas que se pasa ocho horas todos los días buscando videos gilipollas en internet. A los seis meses, patada el becario, que ya empezaba a seleccionar videos de asesinatos en serie y masacres en el lugar de trabajo, y se mete uno nuevo. Si os fijáis bien en los informativos podéis notar cuando cambia el becario. Un día, sin previo aviso, las noticias son de perros que salvan a sus amos o de un pollo que amamanta a una piara de gorrinos. Es como si el becario macarra de los asesinatos y los atracos se hubiese bebido una botella de dos litros de Mimosín.

Ya se que me llamareis sentimental, pero otra de las ventajas de la crisis es que, de repente, para tus padres eres la ostia. Mi madre, que en su puñetera vida mencionó mi nombre en la peluquería, ahora ha conseguido convertirme en una especia de celebrity en mi pueblo. “Que mi niño sigue trabajando, y en Madrid ni más ni menos”. “Uyyyyy, eso debe ser que es muy listo”. “Si, hombre, si. Si ya de pequeño apuntaba maneras. Yo le ponía en la cola para subir a la noria y el que nada, que no quería”. “Hay que ver lo que hace la educación”. Es que en mi pueblo trabajar, lo que se dice trabajar, no trabaja nadie. La más joven de todo el pueblo es mi madre, que ya ronda los setenta. Con eso lo digo todo.

jueves, 6 de enero de 2011

Proyecto ibérico II

Desde que habían mantenido la conversación, Gerión buscaba en su interior para encontrar lo que su padre le había dicho, pero lo único que sentía era inquietud y zozobra. Nada más. Un día decidió adentrarse en los montes que separan la costa de la planicie interior. Durante dos días buscó y buscó hasta que consiguió dar con una cueva habitada por lobos. Gracias a Dios, los lobos, bien alimentados en medio de la primavera, sólo observaron al chico con curiosidad, permitiéndose incluso asentarse en su guarida sin oponer mayor resistencia. Gerión pasó dos días en su compañía, pero su interior seguía vacío. Nada se acalló, nada se resolvió. El gigantesco interrogante permanecía en sus entrañas.

Llegó a la conclusión que, a pesar de las leyendas, ese no era su camino ni su respuesta, y, arrastrando pesadamente los pies, regreso a la aldea. Todo el pueblo reaccionó con sorpresa al verle aparecer, incluido su padre. Todos daban por supuesto que no regresaría, que sería Gerión el joven, sucesor del otro Gerión el viejo. Pero el chico se limitó a dejarles atrás, entrar en su cabaña y acurrucarse en un rincón, donde durmió durante dos días seguidos, aunque sin paz.

Y allí estaba. Encaramado en el risco, mirando hacia el infinito mar, y pensando que su vida estaba acabada. Con la vista empezó a seguir a una gaviota, que, girando en círculos, intentaba evitar las corrientes de aire provocadas por el choque entre el aire salino del mar y el arenoso de la tierra. Atrapada en un torbellino, la gaviota salió disparada como una bala hacia el oeste y cuando ya los ojos de Gerión empezaban a percibirla como un punto blanco, el rabillo de su ojo izquierdo detectó un punto blanco mucho más grande, enviando mensajes de atención a su cerebro.

Al girar la cabeza y concentrar la vista Gerión vio a lo lejos tres manchas blancas sobre la superficie especular del mar. Las manchas parecían agitarse como si estuviesen en llamas, con movimientos convulsos y poderosos. En la base de la blancura llameante empezó a distinguirse una línea color ocre, que la separaba de la superficie del agua. Unos minutos más y se hizo evidente que, lo que Gerión contemplaba, eran tres barcos de velas anchas y alargadas. Los barcos aprovechaban las corrientes de aire de la costa para avanzar, siguiendo el litoral. Las naves le resultaban extrañas. Por supuesto, sabía lo que eran las velas, pero en su aldea rara vez se usaban, cuando con remar una escasa distancia el mar ya les proporcionaba todo lo que necesitaban. Estos barcos, además, contaban con planchas de metal en los laterales, o eso le parecía, ya que no había visto el metal más que una docena de veces cuando asistían al mercado de Llici a vender sus ostras.

La última vez que había estado en el mercado, había visto atracados en el puerto barcos similares a los que ahora observaba. Cuando preguntó a los íberos locales de donde provenían estas gentes le dijeron que eran guerreros venidos del otro lado del mar, desde una ciudad llamada Cartago, la más poderosa de todo el mundo. Pero los cartaginenses, le contaron, no habían venido a batallar. Si no a comerciar. Establecieron lazos de amistad con las tribus locales y obtuvieron permiso para iniciar explotaciones de minerales y establecer algunos emplazamientos en la región. Además, con sus modernas armas defendían a su pueblo de las incursiones de los salvajes de las sierras del interior. Todos parecían muy satisfechos con el acuerdo.

No obstante, eran guerreros. Gerión puso pies en polvorosa y se precipitó, casí se despeñó, montaña abajo dando gritos ininteligibles y agitando furiosamente los brazos. Los pescadores que descargaban sus barcas en la orilla miraron hacia el risco y, al unísono, pensaron que Gerión, definitivamente, había perdido la cabeza. Era cuestión de tiempo.

El chico tardó unos diez minutos en alcanzar la aldea. Ante la indiferencia general a sus gritos de advertencia, corrió al encuentro de su padre y le relató lo visto desde lo alto. Su padre, inmediatamente, salió de la cabaña y esta vez el pueblo si reaccionó. Los hombres corrieron hacia los botes. Por parejas, voltearon las embarcaciones y se metieron debajo, levantándolas en alto y llevándolas a un cobertizo alargado que normalmente se usaba para el secado del pescado. En cuestión de minutos todos los botes estaban ocultos en el cobertizo. Mientras tanto, las mujeres recogían a toda prisa los aperos de pesca que se secaban al sol, arrojándolos en el interior de las cabañas sin ceremonia alguna.

Cuando las naves cartaginenses embocaron el canal de entrada a la bahía sólo se veía una docena de edificaciones con aspecto de estar desiertas, abandonadas por algún pueblo que, insatisfecho con su elección para establecerse, simplemente había partido hacia mejores tierras. El vigía en la nave principal fue lo que vio, y así se lo indicó a la regia figura que, sentado sobre mullidos almohadones, era como el centro de gravedad de la cubierta.

Con movimientos lentos y naturales, Asdrubal se levanto para acercarse a la borda y observar el entorno. Su visión poco tenía que ver con la del vigía. El veía el puerto natural más perfecto que se pudiese imaginar, defendido en su entrada desde el mar, pero también en su acceso desde tierra, por farallones de roca. Esas rocas, además, prometían riquezas inimaginables. Riquezas como sólo se encontraban en Iberia. Y la sierra montañosa en el horizonte también auguraba posibilidades.

También vio otra cosa. Peces. En el borde la costa se veían cientos de peces engarzados en cuerdas, evidente resultado de una partida de pesca. La aldea no estaba deshabitada. El pescado estaba fresco.

'Desembarquemos inmediatamente. Pero, tened cuidado y equiparos con las armas. No estamos solos', indicó a su tripulación. La docena de marineros de su nave se sumó en tierra a la decena que viajaban en las naves menores, formando un grupo armado de veinte hombres de aspecto magnífico, que se habían ajustado sus petos de bronce y portaban lanzas de dos metros de altura.

Los habitantes de la aldea, refugiados en una de las cabañas, miraron al padre de Gerión, al que consideraban como el más sabio del lugar, para saber que hacer. 'Saben que estamos aquí. Salgamos Antos, Ferión y yo e intentemos averiguar que es lo que quieren sin que nos maten. Probablemente sólo necesitan agua y comida'. Muy lentamente, los tres aldeanos salieron de la cabaña y se acercaron al grupo de soldados, sin saber muy bien que hacer o decir.

Asdrubal observó al grupo de emisarios, detectando inmediatamente los balances de poder. El que iba al frente era el referente, era el que todos seguían. A estas alturas ya sabía que en la mayoría de los asentimientos íberos no existía un jefe como tal, pero la naturaleza humana era como era, y siempre existía un referente, un sabio, una persona excepcionalmente respetada en el grupo. Y todo era mucho más sencillo cuando se identificaba rápidamente y se concentraba la diplomacia en él. Asdrubal ya era un experto en estas lides. Más de un centenar de veces había asistido a encuentros como aquel, bien a las órdenes de su suegro Amílcar, bien de forma independiente.

'Estimado señor, dueño de todo lo que vemos. Yo y mis compañeros soldados venimos desde Llici en busca de paz y prosperidad, y parece que tu has llevado tu gran ciudad al éxito y la bonanza. Buscamos sólo un pedazo de tierra donde asentarnos y la licencia para explorar los alrededores, hacia el interior, porque sabemos que el mar es vuestro para explotar. Sólo pedimos nos des asilo, a cambio de la protección que nuestras corazas y lanzas os pueden dar. También os cedemos el uso de nuestros navíos, siempre que tengáis a bien otorgarnos una parte de las capturas que con ellos se realicen.' Trátales como a grandes gobernantes, y conseguirás todo lo que quieras, pensó Asdrubal.

miércoles, 5 de enero de 2011

Proyecto ibérico

227 A.C.

Siempre que tenía oportunidad, Gerión escalaba con los pies desnudos las escarpaduras de la roca, que a modo de vigía, guardaba la entrada a la bahía. El brazo de mar que penetraba en la tierra a través de un pequeño canal se abría formando una amplia ensenada, con aguas siempre calmas. Miles de años antes, un caudaloso rió labró la roca abriéndose paso hacia el mar. La roca caliza de la costa se partió como una manzana atravesada por un cuchillo, pero la tierra arcillosa de la actual ensenada se disolvió, dejándose llevar hacia el mar.

Desde lo alto del peñasco, si se miraba hacia el este, se podía contemplar el infinito mar, unos días de una calma casi celestial, otros de una bravura inimaginable. Al Oeste, el borde de la ensenada estaba tachonado de pequeñas cabañas confeccionadas en su mayor parte de paja empapada en arcilla, inteligentemente apilada hasta unos dos metros de altura. Las paredes estaban rematadas por techos pajizos, que cada verano debían sustituirse para asegurar que la escasa lluvia del invierno no penetrase al interior.

El pequeño asentamiento se conocía con el nombre de Mastia. Según las historias que su padre le contaba, los primeros pobladores llegaron a Mastia procedentes del oeste, desde la misteriosa ciudad de Gadir, que ya nadie sabía donde podía estar. Cualquier memoria colectiva del pasado se había esfumado en una comunidad que, desde el primer momento en que se asentó, se dedicó pacíficamente a la pesca, limitando sus contactos con otras tribus a los necesarios intercambios de mujeres que garantizasen una mínima variedad genética. Todavía faltaba mucho para Mendel, pero era evidente para todos que la endogamia debilitaba a la progenie.

Gerión había sido feliz en el pueblo siendo un niño. Persiguiendo a los pescadores hasta la orilla y ayudándoles a empujar sus pequeños botes en el agua. Guiando las manos de las ancianas cuando trataban de reparar las redes con palo e hilo. Encaramándose a las rocas bajas en un extremo de la playa para zambullirse en las aguas cristalinas del caliente mar de verano. No había preocupaciones ni en su corazón habían despertado espíritus dormidos.

Pero hacía unos meses, de forma repentina, su tranquilidad terminó. Nada especial había ocurrido para provocarlo. Pero esa noche, no durmió. No podía soportar la idea de pasar un día más en la aldea. Y no sabía por qué. Ahora ya formaba parte, aunque fuera como aprendiz, de las partidas de pesca. Ya le consideraban un adulto y pronto iría en busca de esposa al otro lado de las montañas. Su vida empezaba a tener sentido y ser completa, igual de completa al menos que las del resto de habitantes del pueblo. Pero entonces, ¿por que se le despertaba ese sentimiento?

Gerión preguntó a su padre, al que no tenía por un hombre especialmente sabio, pero que siempre le daba respuestas claras y concisas. 'Padre, yo creo que no he nacido para tener la vida que tu has tenido', le dijo un día aprovechando que estaban solos en la cabaña. 'No me extraña, hijo mío. Nunca deberíamos haberte dado ese nombre.' Y su padre se lo explico.

Gerión era un nombre que venía de antiguo, traído hasta allí por los fundadores desde Gadir. Su madre se había empeñado en nombrarle así, aunque estaba prohibido en la aldea desde que hacía cinco generaciones Gerión el viejo, como le llamaban, montó en su barca una mañana y nunca regresó.

El nombre provenía de un rey de su pueblo. Un gigante de tres cabezas que pacíficamente pastoreaba sus bueyes a las orillas del río que desemboca cerca de Gadir. Pero un día apareció en su tierra un hombre llamado Heracles. Heracles decía venir del otro lado del mundo para cumplir unas pruebas, entre las que se encontraba matar a un gigante. Y parece ser que Gerión era justamente lo que buscaba. El pobre Gerión, desconocedor de la violencia y de la maldad humana, acostumbrado como estaba a sus bueyes, dejó a Heracles subirse a sus hombros para que este pudiese ver hasta el horizonte y buscar a su gigante. Del primer tajo, Gerión perdió una cabeza. '¿Por que me has cortado una cabeza?', preguntó Gerión sorprendido. 'Ha sido un descuido, querido Gerión. Estaba intentando pelar esta naranja y se me ha escapado el cuchillo. Lo siento mucho', mintió Heracles. El pobre Gerión disculpo a Heracles y le dijo que no pasaba nada grave. Al fin y al cabo, tenía otras dos cabezas.

Al cabo de un tiempo, Gerión volvió a sentir la daga de Heracles sobre uno de sus cuellos y le dijo: 'Cuidado, Heracles, no me vayas a cortar otra cabeza'. 'No te preocupes, Gerión, solo te estoy quitando una brizna de hierba que tenías aquí mismo.' Y de un tajo le rebano la segunda cabeza.

Enfurecido, Gerión arrojó a Heracles al suelo y le pidió que se marchase, ya que con una sola cabeza y ese guerrero tan descuidado cerca, temía por su vida. Heracles se deshizo en disculpas, asegurándole que nunca había sido su intención hacerle daño, y que necesitaba su ayuda por última vez para recuperar un anillo que se le había caído dentro de la madriguera de un topo.

Gerión, sin saber lo que era la desconfianza, agacho su cabeza hasta el agujero en el suelo, y no viendo nada siguió empujando y empujando hasta que toda ella estaba enterrada en la tierra. Aprovechó entonces Heracles para cercenarle el cuello y acabar con el gigante. Después lo descuartizó y metió sus restos en un enorme saco. Las leyendas contaban que, pasando enormes dificultades, viajo al norte, hasta el fin del mundo, donde construyo una torre sobre los restos del gigante, justo en el borde de un mar desconocido.

' Ese nombre, hijo mío, te destina a ser como el gran rey. Inocente ante las maldades de los otros. Confiado hasta la estupidez. Y más destinado a vivir entre animales que entre personas. Se dice que todos los portadores de ese nombre, más tarde o más temprano, tienen que dejar a los suyos para comulgar con su verdadera familia: los animales. Gerión El Viejo ya hablaba con los peces antes de desaparecer y muchos piensan que se fue a vivir con ellos voluntariamente. Por eso no me extraña lo que dices. Porque desde hace tiempo espero que un día desaparezcas para convertirte en un salvaje que recorra las montañas con los lobos.'

Gafe


El Servicio de Correos de los Estados Unidos de América emitió en 1999 una serie de sellos de 60 centavos en homenaje al Gran Cañón del Colorado. Se trata de sellos de gran tamaño que mostraban una hermosa vista del cañón y la leyenda "Gran Cañón, Colorado". El único problema con los sellos es que el Cañón del Colorado no está en Colorado, sino en Arizona. Los gerentes de correos decidieron destruir la serie completa, compuesta de 100 millones de sellos, y cuyo coste de emisión había sido de aproximadamente 500.000 dólares, y volver a imprimirlos con la leyenda correcta. Los nuevos sellos mejorados salieron a la venta en Enero del 2000, pero pronto Correos recibió quejas del público porque la imagen del Gran Cañón en el sello estaba del revés, siendo una imagen especular del Cañón, y no la real. El Servicio de Correos se dio por vencido y decidió que, a pesar del gazapo, mantendrían los sellos en circulación.

Proyecto ruso

Ivanushka estaba desobedeciendo a su padre. Pero la ciudad estaba presenciando cosas sorprendentes ese día.

Durante dos años al chico le parecía como si el influjo maléfico del cometa hubiese estado presente. Incluso con el mal presagio, había cosas que eran difíciles de entender.

En ningún momento había llegado a encontrarse con el Principe Vladimir. La razón, según le decían, era que la madre del joven, la princesa griega, había muerto. 'Vladimir y su padre están de luto', le dijo Igor. 'No es buen momento. El próximo año, sin embargo, todo estará más tranquilo'. Pero si eso era así, ¿como era posible que el padre de Vladimir se hubiese buscado una nueva esposa antes de acabarse el año? Y nada menos que una princesa cumana.

'Eso es todo política', le explicó Igor. 'El padre de la novia es un poderoso jefe de los cumanos, y el príncipe quiere proteger Perislav de los ataques desde la estepa.' A pesar de ello, sólo unos meses después, los cumanos salieron de la estepa. La tierra de Rus se vio atacada con más fuerza que nunca, cientos de poblaciones incendiadas.

Y seguían sin tener noticias del padre de Vladimir para visitarles. El príncipe lo había prometido; ahora parecía haberse olvidado, dejando a Ivanushka a la deriva, inútil, en Kiev.

Quizá su hermano Seviatopolk estaba en lo cierto cuando le susurro al oido una fría mañana de aquella primavera: 'Nunca serás el paje de Vladimir, ¿sabes? Se han debido enterar de lo inútil que eres.' Cuando se pregunto en voz alta quien podría haberles dicho tal cosa, Sviatopolk sonrió, susurrando: 'Puede que fuese yo'.

Y también había ocurrido lo del Príncipe de Polotsk. Tras derrotarle, el Príncipe de Kiev y su hermano ofrecieron al 'hombre lobo' un salvoconducto para asistir a una reunión de familia. Entonces, vergonzosamente, le atraparon y arrojaron en los calabozos del castillo de Kiev, donde seguía prisionero. Sin embargo, cuando Ivanushka le preguntó a su padre si esa traición no era pecado, Igor simplemente le dijo que, por desgracia, algunas veces era necesario mentir. Ivanushka no llegaba a comprenderlo.

Por último, amenazando a todos y todo, llegaron los cumanos. Hacía menos de una semana, en la quietud de la noche, los hombre de la tierra de Rus había tomado sus armas para asestarles un golpe definitivo cerca de la ciudad de Pereiaslav. Pero les habían derrotado. Humillados, su padre junto a los grandes príncipes, tuvieron que retirarse atropelladamente hasta Kiev, donde se habían refugiado tras las altas paredes de roca de la ciudadela. Desde entonces se había extendido una especie de letargo enfermizo entre los miembros de la druzhina. Día tras día Ivanushka esperaba ver resurgir a los boyardos, entre ellos su padre, dispuestos a plantar cara de nuevo al enemigo. Pero, sin embargo, nada ocurría. Estaba seguro de que no era el miedo lo que les paralizaba, que no serían capaces de permanecer seguros y resguardados mientras su pueblo sufría y moría a manos de los invasores. Pero entonces, ¿que era? Sin duda, pensaba el chico, deben haber caído bajo el influjo maléfico del cometa.