miércoles, 5 de enero de 2011

Proyecto ruso

Ivanushka estaba desobedeciendo a su padre. Pero la ciudad estaba presenciando cosas sorprendentes ese día.

Durante dos años al chico le parecía como si el influjo maléfico del cometa hubiese estado presente. Incluso con el mal presagio, había cosas que eran difíciles de entender.

En ningún momento había llegado a encontrarse con el Principe Vladimir. La razón, según le decían, era que la madre del joven, la princesa griega, había muerto. 'Vladimir y su padre están de luto', le dijo Igor. 'No es buen momento. El próximo año, sin embargo, todo estará más tranquilo'. Pero si eso era así, ¿como era posible que el padre de Vladimir se hubiese buscado una nueva esposa antes de acabarse el año? Y nada menos que una princesa cumana.

'Eso es todo política', le explicó Igor. 'El padre de la novia es un poderoso jefe de los cumanos, y el príncipe quiere proteger Perislav de los ataques desde la estepa.' A pesar de ello, sólo unos meses después, los cumanos salieron de la estepa. La tierra de Rus se vio atacada con más fuerza que nunca, cientos de poblaciones incendiadas.

Y seguían sin tener noticias del padre de Vladimir para visitarles. El príncipe lo había prometido; ahora parecía haberse olvidado, dejando a Ivanushka a la deriva, inútil, en Kiev.

Quizá su hermano Seviatopolk estaba en lo cierto cuando le susurro al oido una fría mañana de aquella primavera: 'Nunca serás el paje de Vladimir, ¿sabes? Se han debido enterar de lo inútil que eres.' Cuando se pregunto en voz alta quien podría haberles dicho tal cosa, Sviatopolk sonrió, susurrando: 'Puede que fuese yo'.

Y también había ocurrido lo del Príncipe de Polotsk. Tras derrotarle, el Príncipe de Kiev y su hermano ofrecieron al 'hombre lobo' un salvoconducto para asistir a una reunión de familia. Entonces, vergonzosamente, le atraparon y arrojaron en los calabozos del castillo de Kiev, donde seguía prisionero. Sin embargo, cuando Ivanushka le preguntó a su padre si esa traición no era pecado, Igor simplemente le dijo que, por desgracia, algunas veces era necesario mentir. Ivanushka no llegaba a comprenderlo.

Por último, amenazando a todos y todo, llegaron los cumanos. Hacía menos de una semana, en la quietud de la noche, los hombre de la tierra de Rus había tomado sus armas para asestarles un golpe definitivo cerca de la ciudad de Pereiaslav. Pero les habían derrotado. Humillados, su padre junto a los grandes príncipes, tuvieron que retirarse atropelladamente hasta Kiev, donde se habían refugiado tras las altas paredes de roca de la ciudadela. Desde entonces se había extendido una especie de letargo enfermizo entre los miembros de la druzhina. Día tras día Ivanushka esperaba ver resurgir a los boyardos, entre ellos su padre, dispuestos a plantar cara de nuevo al enemigo. Pero, sin embargo, nada ocurría. Estaba seguro de que no era el miedo lo que les paralizaba, que no serían capaces de permanecer seguros y resguardados mientras su pueblo sufría y moría a manos de los invasores. Pero entonces, ¿que era? Sin duda, pensaba el chico, deben haber caído bajo el influjo maléfico del cometa.


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