sábado, 9 de mayo de 2009

AIDA

She walks in beauty

She walks in beauty, like the night
Of cloudless climes and starry skies;
And all that's best of dark and bright
Meet in her aspect and her eyes:
Thus mellow'd to that tender light
Which heaven to gaudy day denies.

One shade the more, one ray the less,
Had half impair'd the nameless grace
Which waves in every raven tress,
Or softly lightens o'er her face;
Where thoughts serenely sweet express
How pure, how dear their dwelling-place.

And on that cheek, and o'er that brow,
So soft, so calm, yet eloquent,
The smiles that win. the tints that glow,
But tell of days in goodness spent,
A mind at peace with all below,
A heart whose love is innocent!

sábado, 25 de abril de 2009

Proyecto Brainstorm

1
Eleanor Lanssing esperaba en la pequeña sala atestada de bancos del aeropuerto internacional de Christchurch la salida de su vuelo: Pacific Blue 6778 hacia Sídney. El pequeño aeropuerto está situado a menos de diez kilómetros del centro de la ciudad, y no le había tomado más de 25 minutos atravesar sus silenciosas calles en su todoterreno de alquiler en aquella mañana de domingo. La ciudad parece conservar, después de más de 150 años, al menos una parte de los valores que impulsaron a la sociedad anglicana que la fundó. Auspiciados por el arzobispo de Canterbury, decidieron levantar en un tranquilo y resguardado emplazamiento de la costa este de la isla sur de Nueva Zelanda una moderna Jerusalén, regida por las más estrictas costumbres victorianas y valores católicos, que supusiese un refugio para la familias de clase media, deseosas de abandonar la relajación moral y depravación de los barrios de Wellington. En la actualidad la población cuenta con más de 400.000 habitantes, siendo la segunda en tamaño del país, pero sin ninguna duda la primera en cuanto a visitantes. En las proximidades de la ciudad se puede disfrutar de la nieve, los paisajes salvajes, la naturaleza en estado puro, los deportes de riesgo y, en resumen, montones de actividades de esas que ahora se popularizan a medida que los hombres cada vez necesitamos con más urgencia volver a sentir la sensación de libertad y peligro que llevamos inscrita en nuestros genes.

Pero Eleanor no se había visto atraída hacia la ciudad por ninguno de estos aspectos, sino por una casualidad geográfica. La ciudad de Christchurch se encuentra exactamente en las antípodas de La Coruña. Si trazamos una línea recta que parta de la plaza de María Pita, en La Coruña, y la hacemos pasar por el centro mismo de la tierra, este imaginario eje surge como por arte de magia bajo los cimientos de la catedral de Christchurch, en la plaza del mismo nombre. Eleanor había descubierto este dato hacía menos de un mes, cuando un simple trozo de papel transformó su vida. Pero esa es otra historia a la que volveremos más tarde.

Mientras su cabeza repasaba una y otra vez los acontecimientos de los últimos días, el murmullo del aeropuerto comenzó a ser cada vez más evidente. Más y más personas acudían a la terminal, probablemente debido a que la hora de salida del vuelo a Australia se aproximaba. Eleanor se sorprendió rodeada de jóvenes greñudos, terriblemente morenos, cargados con mochilas y sus tablas de snowboard. Sabía que la mayoría eran australianos por esa forma curiosa que tienen de hablar. Siempre le recordaba a cuando intentas pedir un café en un bar tras salir de una sesión de más de dos horas de dentista con la boca entumecida. Aunque era incapaz de comprender ni una sola palabra, sabía con certeza que las conversaciones versaban sobre las hazañas, más o menos reales, más o menos exageradas, conseguidas sobre la nieve, o mejor aún, en las noches de juerga en Methven. ¿Tenía algún sentido recorrer más de dos mil kilómetros para emborracharse en un local idéntico a los que se pueden encontrar en cualquier esquina de sus ciudades, y tirar los tejos a las mismas chicas que, en la mayoría de los casos, asistían a su misma universidad y se cruzaban todos los días camino de la biblioteca? Parece que el síndrome del viajero se apodera de todos últimamente. Síndrome poderoso pero mutante, y siempre presente. Primero el hombre empezó a viajar para sobrevivir: buscar comida, buscar caza, buscar hembras. Después vino la curiosidad: hasta donde podemos llegar, que hay en la tierra. Luego vino la codicia: buscar oro, explotar a otros pueblos, el comercio. Más tarde, la vanidad: el explorador que recibe gloria por llegar al polo sur, por subir al Everest, por salir en el periódico. En una nueva vuelta de tuerca llegó el viaje por salud: ir a darse baños, a tomar el sol, a respirar el aire de la sierra. Ahora, la última razón es el viajar por anotar muescas en el revólver. El que más viaja es el más libre, el que ‘mejor se lo monta’, el espíritu más alocado, el ‘hombre de mundo’. Y nada más lejos de la realidad. A estos viajeros no les gusta cambiar de forma de vida, y los destinos turísticos lo saben. Montan enormes complejos que imitan y reproducen el ambiente de seguridad al que están acostumbrados los viajeros. Fundamental, no obstante, introducir con cuentagotas rasgos exóticos o supuestamente autóctonos que permitan a la gente contar algo cuando vuelva a casa. “Que palmeras”, “nos ponían plátano frito para desayunar”, “iban todos vestidos con unas mantas muy raras envueltas a la cintura”. Haced la prueba si no me creéis. Si conocéis dos personas que hayan viajado, digamos, a las islas Fidji preguntadles sobre el lugar. Invariablemente os contarán lo mismo: las mismas anécdotas, las mismas actividades, la misma falta de contacto con la gente de verdad, el mismo aislamiento en sus complejos turísticos.

Una voz nasal anunciaba la salida del vuelo 6778 de Pacific Blu con destino a Sidney. Los pasajeros de las filas 43 a 21 podían embarcar inmediatamente. El resto, a esperarse. Eleanor miró su billete para ver si había resultado agraciada en la lotería aérea y, para su sorpresa, vió que tenía asignado el asiento 38B. Recogió su bolso del asiento de al lado y se encamino al mostrador de embarque, con el pasaporte y el billete preparados. Una amable azafata, con rasgos nórdicos, y que no encajaba para nada en aquella parte del mundo, le sonrió amablemente mientras comprobaba sus credenciales y la tarjeta de embarque. Con un ligero movimiento del hombro derecho le indico que podía pasar. Tras dejar su ligera chaqueta y el bolso en el compartimento de la parte superior, Eleanor se acomodó en su asiento e inmediatamente buscó los extremos de su cinturón de seguridad para ajustárselo. Era una manía adquiría hace tiempo y sin ninguna razón aparente: siempre se abrochaba el cinturón nada más subirse en el avión y nunca se lo quitaba hasta llegar a destino. A medida que el avión se iba llenando vio que el asiento inmediatamente a su derecha no se ocuparía. Parece que era su día de suerte. Primero, embarcar al principio. Después, dos asientos para ella sola.
Los motores del avión comenzaron a zumbar y el aparato rodó silenciosamente hacia la pista de despegue. Los pilotos recibieron la confirmación para el despegue desde la torre de control. Empujando hacia adelanta la palanca de control, los motores rugieron al aportar la máxima velocidad de impulso y el avión salió disparado por la pista, adquiriendo poco a poco su máxima velocidad. En el último momento, cuando la nariz del avión debía elevarse despegando las ruedas del tren delantero del suelo, algo ocurrió. La barra de amortiguación del tren delantero se partió por la mitad como si la hubiesen cortado con un laser. La pareja de ruedas con parte de su sujeción de acero rebotó contra el suelo mientras el morro del avión se desplomaba sobre la pista. Por el impacto, el fuselaje se combó ligeramente hacia arriba, e impulso con fuerza los restos del tren delantero hacia atrás, incrementando el efecto de la velocidad. Las ruedas, girando enloquecidas, impactaron brutalmente contra la ligera estructura de aluminio del ala derecha del avión, justo al lado de uno de los motores. Esto provocó un enorme boquete en la parte inferior del ala, y por tanto, en el depósito de combustible allí alojado. El queroseno comenzó a brotar como una riada, empapando la pista, el fuselaje y entrando directamente en el motor. La fricción de las partes móviles de la turbina sumada a la entrada masiva de combustible generó en un segundo una bola de fuego, que salió como una bocanada entre las palas del rotor. Este fuego se extendió rápidamente por las zonas empapadas de queroseno, se introdujo en el depósito dañado y atravesó el avión pasando al ala izquierda. Allí, el combustible encerrado, entró en combustión. Al no poder expandirse, se produjo una tremenda explosión que desintegró el ala completamente, enviando fragmentos de ala y los motores como proyectiles contra el fuselaje. El impacto abrió el fuselaje en varios puntos, por los que penetro el combustible que volaba por todas partes. El interior se incendió a continuación, calcinando a más de mil grados las maletas, asientos, moquetas y cuerpos a su paso. Treinta segundos después, sobre la pista del aeropuerto solo quedaba un amasijo de hierros, carne, fuego y humo totalmente irreconocible. Los servicios de emergencia sólo encontrarían un superviviente: uno de los jóvenes esquiadores. Prácticamente calcinado, moriría en la ambulancia camino al hospital.

miércoles, 11 de marzo de 2009

112

"Hola, ¿es la policia?"
"Buenas tardes, señor. Por favor diga su nombre completo."
"Estoy sentado ahora mismo en el alfeizar de la ventana preparándome para saltar."
"Si llama usted por un ataque, pulse uno. Si llama usted por un suicidio, pulse dos. Para cualquier otra consulta, pulse tres."
Otto, sin dar crédito a lo que escucha, se separa el terminal de la oreja y pulsa el dos.
"Servicio de asistencia a suicidas. Diga su nombre completo, por favor."
"Oiga, señorita, usted es la misma de antes, ¿no?".
"Si, señor...no me ha dicho su nombre."
"Entonces, ¿me puede explicar para que me pide que pulse un número?"
"Es para nuestras bases de datos y estadísticas, señor".
"¡Pero que yo llamo porque me voy a suicidar!"
"Señor, ya hemos registrado que ustes ha pulsado dos. Por favor, deme su nombre completo."
"Si me voy a tirar por la ventana, ¿para que quieres mi nombre completo?"
"Es para nuestra base de datos, caballero. No puedo continuar con la llamada si no se identifica."
"Está bien, señorita. Mi nombre es Otto Garcia Joderovich."
"Uff. Muy bien, señor Garcia. ¿Su segundo apellido es por joder....jiji?"
"Señorita, le recuerdo que la llamo porque me voy a suicidar."
"Tiene toda la razón, señor García. Disculpe vuecencia."
"Señorita, su tono creo que no es el apropiado para la situación."
"Lo siento señor, pero no nos está permitido revelar nuestra situación."
"No le preguntaba eso, pero, ahora que lo dice, ¿no puede decirme donde está?"
"No, caballero, aquí en el centro de atención al cliente de Valladolid no nos está permitido. En el de Cadiz, si."
"Aja, la he pillado. Ya me ha dicho usted donde estan sin darse cuenta."
"De eso nada, yo no le he dicho que estamos en el Polígono Argales....uppssss."
"Sinceramente, señorita, me resulta indiferente donde esté usted. Yo se donde estoy yo, que es en un alfeizar en un décimo piso a punto de saltar."
"¿Sería usted tan amable de indicarme su dirección?"
"Mi dirección es vayase al carajo número que le den."
"Carajo, carajo... Lo siento señor, pero esta calle no me aparece en nuestro CRM."
"Grssdffereeddododod."
"Esa calle tampoco me aparece, señor."
"Señorita, ¿como se llama usted?"
"Zoraida."
"No me lo creo. Seguro que ese no es su nombre verdadero."
"No, señor, pero no puedo darle información sobre mi nombre verdadero."
"Pues me gustaría saberlo, porque empieza usted a gustarme."
"Pues no puedo decirtelo, Otto..."
"Si me lo dijeses yo también podría llamarte por tu nombre, falsa Zoraida."
"Bueno, de acuerdo, me llamo Antia. Y antes de que lo digas , te juro que este es el de verdad. Mi madre, que era gallega."
"Pues la mía alemana, de esas rubias enormes, que se casó con un inmigrante canijo de Santurce."
"Hay que ver las vueltas que da la vida. Yo tenía un perro que se llamaba Otto. Lo mató un coche."
"Hablando de matar, yo te llamaba precisamente por eso. Que me voy a tirar por la ventana."
"No digas tonterías, Otto. Si realmente no te interesase nada en este mundo, ¿a que viene esta conversación que hemos tenido?"
"Quizá tengas razón. No me había planteado nunca que la curiosidad puede ser un motor para la vida. Pues de eso estoy lleno."
"Entonces no te preocupes.....Por favor, señor, ¿puede indicarme usted su dirección?"
"¿Antia? ¿Que ha pasado?"
"Señor, en estos momentos todos nuestros operadores están ocupados. Llame pasados unos minutos"

CLACK

Otto, desconcertado, sujeta el teléfono entre las manos. Se aleja de la ventana. Tiene que averiguar más sobre esa chica. Volverá a llamar hasta encontrarla.

Ana comenta a su jefa que ya ha salvado a otro suicida. Con este van 25 en lo que va de semana. Todo un record. Nadie entiende cual es su método.

lunes, 9 de marzo de 2009

Guillermo II, Rufus (1087-1100)

Guillermo II, Rufus (1087-1100)

A pesar de la gran cohesión y orden establecidos en Inglaterra por el Duque de Normandía, el nuevo aparato administrativo sólo fue capaz de sobrevivir cincuenta años mas tras su muerte. Guillermo respetaba el tradicional carácter electivo de la monarquía inglesa, tal y como reconoció durante su coronación, pero en su lecho de muerte en Normandía nombró heredero al trono de Inglaterra a su hijo preferido, Guillermo Rufus, enviándole a Inglaterra bajo la protección del Arzobispo Lanfranc. Entregó, con desgana, el Ducado de Normandía a su primogénito Roberto, dejando tan sólo una modesta suma de dinero a su tercer hijo, Enrique Beauclerk. La semilla de los problemas estaba sembrada.

Lo dominios gobernados por Guillermo II, Rufus, estaban fuertemente entretejidos en una complicada maraña familiar. El Rey de Inglaterra y el Duque de Normandía reclamaban lealtad, cada uno por su parte, a todos los terratenientes y nobles desde la frontera escocesa hasta Anjou. Y estos magnates y condes hicieron todo lo posible por fomentar la enemistad entre ambos gobernantes. La situación sólo se podía solucionar si uno sólo de ellos controlaba tanto Normandía como Inglaterra. Por si fuera poco, Normandía estaba rodeada de enemigos, que intentaban recuperar territorios perdidos en el pasado a manos del Duque. Uno de estos enemigos era la mismísima Iglesia de Roma, que rápidamente incrementaba su poder y prestigio a costa de las monarquías feudales. Tanto Guillermo Rufus como su sucesor Enrique I tuvieron que enfrentar problemas que estaban más allá de sus capacidades para resolverlos.

Los principales magnates aceptaron la coronación de Guillermo Rufus oficiada por Lanfranc en Septiembre de 1087, acatando las ordenes del arzobispo, demostrando el grado de poder que había alcanzado la Iglesia de Inglaterra. El nuevo monarca era un hombre ignorante, avaricioso e impetuoso, el tipo de gobernante que el país menos necesitaba en este o en cualquier otro momento. Según palabras de Guillermo de Malmesbury, había llegado a un punto de degradación más allá de cualquier posibilidad de recuperación moral o personal. Parece ser que la única actividad aceptable para él era la guerra; su corte se convirtió en lugar de peregrinación para armeros, expertos militares y mercenarios; la nobleza vivía de la tierra tomando lo que querían cuando quería de quien fuese. Para entretener a sus amigos, el rey ordenó la construcción de una enorme sala de banquetes en Westminster.

Inevitablemente, estalló una primera rebelión. Encabezada por el Obispo Odo de Bayeux, antiguo amigo de Lanfranc, tuvo lugar en 1088, con el objetivo de instalar a Roberto de Normandía en el trono inglés. Para defenderse del ataque, Rufus pidió la ayuda incondicional de sus súbditos. Les prometió leyes más justas, la revisión a la baja de los impuestos, y la derogación de gran parte de las leyes forestales instauradas por Guillermo. No tenía ninguna intención de cumplir estas promesas, pero con ellas consiguió reunir un ejército que derrotó con facilidad a las desorganizadas fuerzas rebeldes. En estas desfavorables condiciones, el Duque Roberto prefirió abandonar sus pretensiones por el momento. El ejército de Odo, rodeado en Rochester, ofreció su rendición, y el propio obispo fue deportado a Europa. La muerte de Lanfranc supuso la desaparición de la única persona con poder suficiente para exigir a Rufus el cumplimiento de sus promesas. El rey podía permitirse ahora nombrar libremente a cualquiera de sus secuaces para los cargos más relevantes, y, confirmándolo, nombro responsable del tesoro de Inglaterra a Ranulf Flambard.

A pesar de las errores de Guillermo II, Inglaterra tenía un gobierno estable y firme comparado con el de Normandía, donde se había instaurado una situación de anarquía permanente, con el Duque Roberto, incapaz de controlar a sus magnates que pagaban guerras privadas, construían castillos sin su permiso y actuaban como soberanos independientes. Rufus supo ver lo oportuno de la situación y lanzó una invasión sobre el Ducado en 1090, como venganza por la participación de Roberto en la rebelión de dos años antes. Contó con la ayuda de Felipe de Francia, sobornado para dejar a Roberto sin apoyos.

La ofensiva lanzada por Malcolm de Escocia en 1092 obligó a Rufus a llevar su ejército de vuelta a Inglaterra, donde estableció un cuartel general en Carlisle, en la frontera escocesa. Durante el año siguiente, el rey escocés fue asesinado en Malcolm’s Cross a manos de Earl Mowbray. Los acontecimientos que sucedieron a este asesinato, fundamentalmente la alianza entre Donaldbane y Magnus de Noruega, crearon una nueva amenaza para Guillermo. Sin embargo, Normandía ocuparía su política militar durante los siguientes tres años.

En Normandía, el Duque Roberto decidió atender la llamada del Papa Urbano a la Cruzada, para recuperar Tierra Santa de manos de los turcos, permitiendo el libre paso de los peregrinos. Para obtener los fondos necesarios y financiar la campaña, hipotecó el Ducado de Normandía por 10.000 marcos dejándolo en manos de Guillermo. Esta fantástica suma no podía obtenerse de una Inglaterra ya seca tras sufrir durante años todos los métodos de extorsión imaginados por Flambard. La Iglesia se convirtió en la única fuente posible de financiación. “¿Acaso no tenéis cajas de oro y plata llenas de huesos de muertos?” contestó el rey ante las protestas de los obispos.

La ausencia de Roberto de Normandía, ocupado en su aventura en Oriente Medio, supuso un golpe de buena suerte, y un respiro, para el Rey de Inglaterra. Pudo acabar con Donaldbane en Escocia, entregando el trono escocés a uno de sus vasallos, Edgar. Reprimió los alzamientos en Gales vendiendo el Condado de Shrewsbury a uno de sus magnates normandos. Y comenzó la campaña orientada a conquistar Francia. En Agosto de 1100 Guillermo fue asesinado durante una cacería en el New Forest, pasando el trono de Inglaterra a su hermano Enrique.

martes, 3 de marzo de 2009

Tomo y Obligo

Tomo y obligo, mándese un trago,
que hoy necesito el recuerdo matar;
sin un amigo lejos del pago
quiero en su pecho mi pena volcar.
Beba conmigo, y si se empaña
de vez en cuando mi voz al cantar,
no es que la llore porque me engaña,
yo sé que un hombre no debe llorar.

Si los pastos conversaran, esta pampa le diría
de qué modo la quería, con qué fiebre la adoré.
Cuántas veces de rodillas, tembloroso, yo me he hincado
bajo el árbol deshojado donde un día la besé.

Y hoy al verla envilecida y a otros brazos entregada,
fue para mí una puñalada y de celos me cegué,
y le juro, todavía no consigo convencerme
como pude contenerme y ahí nomás no la maté.

Tomo y obligo, mándese un trago;
de las mujeres mejor no hay que hablar,
todas, amigo, dan muy mal pago
y hoy mi experiencia lo puede afirmar.
Siga un consejo, no se enamore
y si una vuelta le toca hocicar,
fuerza, canejo, sufra y no llore
que un hombre macho no debe llorar.

domingo, 1 de marzo de 2009

Metamorfosis

Siempre le había gustado el agua. Estanques, torrentes, incluso el mar, pero sobre todo, los ríos. Disfrutaba remojándose, con la mitad del cuerpo en el agua, la mitad fuera, como si fuese una criatura ancestral pillada pasando del agua a la tierra.

Con un viejo vestido de su madre, hizo su primer traje de pez, con una tela dorada muy gruesa estampada con abstractas formas asemejando olas. Tenía lentejuelas verdes y doradas bordadas en el cuello. Recordaba a su madre con aquel vestido, preparándose para asistir a una fiesta, inclinándose sobre él para darle un beso de buenas noches, y las lentejuelas brillando en la oscuridad como si ella fuese un ser mágico salido de su libro de cuentos de hadas.

Cortó el vestido formando un ovalo, tanto por delante como por detrás, dejando un agujero en uno de los extremos para poder sacar la cabeza. A ambos lados, unos trozos triangulares de plástico simulaban aletas, y otro más hacía las veces de cola. Por supuesto, a su edad no sabía usar aguja e hilo. Cosía de forma torpe, experimentando en cada puntada, provocando arrugas en algunas partes y bubones en otras. Sin embargo, plantado a un par de metros del espejo, en la oscuridad de su habitación verde aguamarina, y entornando lo ojos, el traje parecía funcionar.

Tardó unas semanas en atreverse a salir a la calle con el traje. Conocía un recodo en el río que era tranquilo y solitario. En realidad se conocía cada recodo del río, y sabía que ese era el mejor. Metió el traje en una bolsa de plástico con la marca del supermercado, y se dirigió al río. En cuanto llegó a donde quería, se quito la ropa a toda prisa y se puso el traje, completando en cinco minutos su modesta versión de la transmutación entre especies. Se sentó en el borde del río y poco a poco fue metiéndose en el agua hasta que sólo la cabeza sobresalía del agua. Al principio se sintió extraño. Entonces se dio cuenta: el sentimiento extraño era en realidad una profunda alegría. Apoyó la cabeza sobre una playa de piedras, con el cuerpo dentro del agua, y permaneció así durante horas, dejándose mecer por la corriente. Cada cierto tiempo doblaba el cuello, metiendo la cabeza bajo el agua para ver pequeños peces que le rodeaban, observándole con curiosidad. También observaba como, poco a poco, sobre el traje se acumulaba la nata verde de las aguas estancadas, mientras una miríada de renacuajos jugaba con sus aletas. Por primera vez en su vida sintió que encajaba con su cuerpo y con su piel.

Desde entonces, todos los días iba al río. Recordaba esa época como la mejor de su vida, pero, al ser viejo el material del traje, duró poco. Acabó prácticamente convertido en girones.

Con su segundo traje, se equivocó. Hecho de tela de polyester barata, en el agua se volvía insoportablemente pesado, arrastrándole hacia el fondo. Tras sólo una semana, decidió descartarlo.

Para el tercer traje decidió usar un nuevo material verde y sólido, que se encontró un día mientras paseaba al lado del río. La tela era fuerte y parecía fabricada para estar en el agua. Colocó una única y larga cremallera en la espalda. Cuando se metía dentro y cerraba la cremallera, sólo podía inclinar el cuerpo hacia los lados, y pegar saltos hacia adelante y hacia atrás. Delante del espejo, practicó los movimientos. El reflejo era el de un pez, el humano no estaba. Con el traje se sentía como un viejo pez de río, quizá una trucha, que, tras burlar a los pescadores durante años, vivía tranquila y segura, sin ninguna preocupación.

Se llevó el traje al río, se lo puso rápidamente y se metió en el agua. El traje era simplemente perfecto. Todos los agobios y presiones de ser humano se disolvieron en un segundo. Dentro del traje ya no contaba con la ágil y analítica mente de un mamífero. Sus pensamientos se volvían lentos, asumiendo la actitud de una gran trucha irisada. Hubo ratos en que se olvidó por completo de su naturaleza humana.

Comenzó a anochecer, y cuando la luz era prácticamente imperceptible se impulsó fuera del agua a la orilla. Entonces se dio cuenta, con cierta sensación de miedo, que la tela del traje había encogido con el agua. No podía alcanzar la cremallera. Había hecho el traje muy ajustado, intentando que fuese lo más auténtico posible, pero no había contado con tener que quitárselo estando mojado. Es posible que su metamorfosis pisciforme se hubiese extendió de su exterior al interior. Veía el mundo como un pez, y un pez nunca tiene que pensar como quitarse la piel.

Sudando y con el pánico extendiéndose por su cuerpo, las próximas horas fueron una sucesión de empujones, encogimientos, estiramientos y saltos, avanzando centímetro a centímetro en un esfuerzo puro de voluntad. En ningún momento gritó pidiendo ayuda. ¿Cómo enfrentarse al ridículo? Con el tiempo llegó a una hondonada donde se detuvo, sin fuerzas para continuar o gritar, aunque hubiese querido. Pero, incluso entonces, se sintió satisfecho de no ver a nadie observándole. Después de todo, ¿cómo hubiese explicado su situación?
Meses después su cuerpo putrefacto y gaseoso, embutido como una salchicha en el traje de pez, fue encontrado a bastantes metros de la ribera. Se había arrastrado durante días.

sábado, 28 de febrero de 2009

Volver

Era mi cuarto viaje a Asturias desde que había emigrado a Suecia. Sentado en la cocina de mis padres me pregunte si tenía sentido seguir viniendo. Desde la muerte de mi madre, tres años atrás, las conversaciones con mi padre no eran más que las estrictamente requeridas por la cortesía. En realidad, hablar de conversaciones es demasiado. Eran más bien mensajes cortos e instrucciones. “Asegúrate de que esta vez vas a ver a tu tía antes de irte – se molestaría si supiese que has venido y no la has visitado”, ejemplo típico de nuestras ‘conversaciones’. Tras soltarlo, respiraba profundamente, terminaba a toda prisa su taza de café y salía de casa sin destino determinado – aunque casi siempre acababa en la taberna. Se pasaba fuera todo el día, aparecía tambaleándose a última hora del día y, tras pasar por el baño y tirar de la cadena, desaparecía en su cuarto con un sonoro portazo. Poco despues se oía el choque de sus pesados zapatos contra el suelo, seguido por el silencio.

Entendía en cierta forma la historia de mi padre, tras haberla investigado a fondo. Nacido en una familia de obreros – mineros en su mayor parte – de los buenos. Duros trabajadores y grandes bebedores también – de los acostumbrados ha sobrevivir en tiempos difíciles. El año, mil novecientos treinta y cuatro. Ojos inquisitivos cantaban canciones libertarias. Susurros de venganza, transmitidos en secreto, anidados durante años en sufrimiento y dolor.

El sólo tenía cinco años cuando las tropas de la república llegaron al pueblo. Malos tiempos para ser niño. Todo se gestaba en secreto, y no se perdonaban los errores, ni aunque fueses un niño. No dormir se convirtió en una epidemia mientras una generación de hombres sufría por la falta de poder para controlar su destino. Mientras en público seguían con sus bravuconadas, eran los niños, en casa, quienes pagaban la frustración de sus padres castrados. Así se transmitió el sentimiento de padres a hijos. Tratados como bestias, se convirtieron en animales. A la vez que aumentaba el miedo de los hijos hacia los padres, estos trataban de demostrar su desprecio al miedo en si. Trataban de ser pequeños héroes para ganarse el afecto de sus padres, pero realmente eran pequeños despojos – espejos que reflejaban el desprecio a si mismos de sus mayores.

Cuando crecieron, los niños se tornaron hombres con imágenes muy claras de si mismos. Inútiles, despreciables, cobardes, fracasados. Montaron sus vidas, lo mejor que pudieron, para reflejar esa imagen, pero los ocasionales y exagerados estallidos de furia no ocultaban su miedo al enfrentamiento y el conflicto. Buscaban olvidar con la bebida y la falsa camaradería lo que más odiaban de si mismos – su vulnerabilidad. Nada funcionó. Agobiados por sus miedos y llenos de furia, sin saber muy bien la razón.

Oí a mi padre toser al levantarse de la cama. La puerta de su habitación se abrió y le vi arrastrar los pies hasta la cocina, totalmente vestido, buscando la primera taza de café. Vamos otra vez con la pantomima, pensé para mis adentros.
“Buenos días, papa”
“Hola, hijo”
“¿Quieres un cafetito?”
“Pues no estaría mal”
“Hace un frío de pelotas, ¿no?”
“No es para tanto”
“¿Dónde anduviste ayer?”
“Donde siempre. ¿A que viene el tercer grado?”
“Nada, hombre. Me pareció que estaría bien charlar un rato. Eso es todo”
Aprovecha el silencio, pensé, no rellenes el vacío, espera. Espera. Transcurrió un agónico minuto de tranquilo dolor pero esperé, y, al fin:
“La echo de menos, sabes”, dijo, mirándose las manos que sostenían la taza de café a la altura de su pecho. “Hubiese cumplido 60 el mes que viene”. Con voz emocionada, hizo una pausa, carraspeo sonoramente, y se saco un pañuelo de tela del bolsillo. Alejó suavemente su silla de la mesa, intentando escapar.
“Yo también la echo de menos, papa”
Pausa. “Lo se, hijo. Ya lo se”, dijo poniendo una de sus manos sobre las mías. Nos miramos a los ojos por un segundo, y sonreímos.
“¿Qué tenías pensado hacer hoy?”, preguntó.
“Pues, sinceramente, no tengo planes de ninguna clase”
“¿Por qué no nos vamos a ver a la tía los dos juntos?”, dijo, “y despues podemos dejarnos caer por la tasca para echar la partida y tomarnos una cerveza con los del pueblo”
“Pues me parece un buen plan, papa”
“Entonces, adelante. Por cierto, espero que lleves dinero porque yo ando sin blanca”, me dijo guiñándome el ojo izquierdo.

martes, 24 de febrero de 2009

Amor

Atrapada en las nieblas del tiempo había una isla que era la casa de los sentimientos: alegría, tristeza, consciencia,y todos los demás, incluido el amor. Un buen día se anunció a los sentimientos que la isla se estaba hundiendo de forma irremisible, y todos los sentimientos fabricaron balsas para escapar al desastre. Excepto uno: Amor.

Amor fue el único que se quedó, aferrándose a su isla hasta el último momento.

Cuando la isla se encontraba prácticamente sumergida, Amor decidió pedir ayuda. Cerca de Amor se encontraba en ese momento Riqueza, subido en una balsa suntuosa, y Amor le dijo así: "Riqueza, por favor, ¿puedo subir contigo?". Riqueza, sin dudarlo, contestó: "No, de ninguna manera. Tengo la balsa repleta de oro y plata. No tengo sitio para ti".

Tras Riqueza Amor vio acercarse a Vanidad, en su bella balsa. "Por favor, Vanidad, ayúdame", gritó Amor. Y Vanidad le contestó: "Lo siento, Amor, no puedo ayudarte. Estando todo mojado como estas seguro que me arruinas mi preciosa balsa".

Amor, ya desesperado, pregunto a Tristeza que pasaba a su lado: "Tristeza, déjame subir a tu balsa", a lo que Tristeza contestó: "No puede ser, Amor, estoy tan triste que quiero estar sólo".

También pasó Alegría al lado de Amor, pero estaba tan feliz que ni siquiera escuchó los gritos de Amor pidiendo ayuda.

De repente una voz dijo: "Ven, Amor, yo te llevaré". Se trataba de un anciano, pero Amor, sintiéndose afortunado y muy contento, se olvido de preguntarle quien era o a donde se dirigían. Cuando llegaron a tierra firme, el anciano siguió su camino, dejando solo a Amor.

Percatándose de cuanto le debía, Amor pregunto al anciano Conocimiento: "¿Puedes decirme quien me ha ayudado". "Claro", contestó Conocimiento, "ha sido Tiempo". "¿Tiempo?", preguntó Amor, "¿y por que me ha ayudado Tiempo?". Conocimiento, sonriendo, contestó sabiamente: "Porque sólo el Tiempo es capaz de comprender la verdadera importancia del Amor".

lunes, 23 de febrero de 2009

Mahler y Visconti

Ya sabía yo que la quinta de Mahler me sonaba de algo, y veo en un artículo que no sólo me obsesiona a mi:

"Este movimiento fue inmortalizado en la película Muerte en Venecia, dirigida por Lucino Visconti. La película se basa en el libro de Thomas Mann, quien admiraba a Mahler al punto tal de llamar a su personaje Gustav, en su homenaje. Visconti, además lo refuerza transformándolo en músico, en el libro de Mann es escritor. La sinfonía n° 5 acompaña a toda la película y el adagietto corona el trágico y triste final de la misma. Nadie que haya visto la obra de Visconti olvidará el exquisito cuarto movimiento de la quinta de Mahler."

Fuente: Wikipedia

viernes, 20 de febrero de 2009

Dios

- Hola hijo, ¿que tal el colegio hoy?
- Pues, papa, sigue siendo el mismo edificio de ladrillo rojo que ayer.
- Desde luego, como eres. Por cierto, ¿has perdido un guante? Veo que solo llevas uno.
- No, papa, he encontrado uno.....¿Puedo hacerte una pregunta?
- Claro, hijo.
- ¿Es verdad que los padres saben más que los hijos?
- Hombre, pues claro que si.
- Papa, ¿quien inventó el teléfono?
- Pues fue un caballero llamado Bell.
- ¿Y porqué no lo invento su padre?
- Anda, déjate de historias. Mira por la ventana. Parece que han esquilado a las ovejas.
- Si, por este lado si.
- Y son blancas.
- Si, por este lado si.
- Pero hijo, ¿estarán esquiladas y serán del mismo color por todos los lados?
- Tendría que verlo, pero nada lógico me hace pensar que sea así.
- Desde luego, eres capaz de demostrarme que dos más dos son cinco.
- Eso no, pero si fuese cierto yo sería Dios, y lo puedo demostrar.
- Pues adelante, altísimo.
- Si 2+2=5, restando 2 de ambos lados 2=3. O lo que es lo mismo 3=2. Si resto 1 en cada lado 2=1. Como Dios y yo somos 2, y 2=1, Dios y yo somos uno. Por tanto, soy Dios.
- Hijo, vete con tu madre, que no hay quien te entienda.

jueves, 19 de febrero de 2009

La tabla de multiplicar

Siempre me ha parecido un poco absurda la forma en que aprendemos a multiplicar: memorizando tablas como loros. Un día me puse a investigar si no habría una forma más sencilla de hacerlo que no generase coros de niños cantando el dos por dos cuatro, dos por tres seis.

Mira por donde, aún hoy en día, los campesinos rusos (los rusos siempre han sido un pueblo ingenioso) siguen utilizando una forma curiosa de multiplicar, que a mi me parece mucho menos tediosa y más divertida.

Supongamos que se quiere multiplicar 50 por 33. Se escriben ambos números al principio de sendas columnas. Empezamos con la primera columna y vamos dividiendo el número por la mitad, sin decimales, hasta llegar al 1. En la otra columna vamos doblando el otro número. Sería algo así:

50 33
25 66
12 132
6 264
3 528
1 1056

Ahora, de la columna de la derecha, en la que vamos multiplicando por dos, quitamos los números que se correspondan con cantidades en la columna de la izquierda que sean pares. En nuestro caso eliminamos el 33, el 132 y el 264. Si sumamos el resto de números que nos quedan: 66+528+1056 = 1650. El resultado es exactamente el mismo que al multiplicar 50 por 33.

Con este sistema, sólo es necesario conocer la tabla del dos. La de dolores de cabeza que nos hubiésemos ahorrado en la escuela.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Uff

-Necesito que te olvides de este momento por lo menos para siempre. Caperucita se comió al lobo mientras los tres cerditos daban un baño a la abuelita. Espero que lleve hilo dental en la cestita.

martes, 17 de febrero de 2009


Paul Thomas Anderson I: “Boogie Nights”

Drama
Interpretes: Mark Wahlberg, Burt Reynolds y Julianne Moore
Sinopsis: Narra la biografia de una estrella del porno en la decada de los 70 en el valle de San Fernando en Los Angeles.

Extremadamente exquisita en la reproducción del ambiente de los 70, tanto en vestuario como en ambientación escénica y musical, consigue transmitir con claridad la decadencia y encanto de la década. Podemos sentir la excitación al atravesar las puertas de un atestado club nocturno, donde en el aire flotan el sexo y la electricidad. Es más, la película consigue algo mucho más complicado: recrear fielmente la ética y mentalidad imperante en los 70 en EEUU.

En los 70 las personas aún creían en la posibilidad de alcanzar su propia perfección. Querían ayudarse a si mismos, enriquecerse, y expresarse. El concepto del sexo como expresión última del yo individual era algo ampliamente aceptado. La gente no solamente quería sexo, sino que creían en él casi de un modo religioso. En “Boogie Nights” Paul Thomas Anderson utiliza la industria del porno en Los Angeles como vehículo para mostrar estos ideales de forma extrema, aunque, como digo, estaban implantados en toda la sociedad. También nos muestra como esos valores resultaban tan corruptos como atrayentes, aprovechando al mismo tiempo para revisar las miserias y decepciones de los personajes individuales. No debemos olvidar que Paul Thomas Anderson dirigió la película con tan sólo 26 años. Sorprende la madurez y el resultado final: una película sofisticada, apabullante y maravillosa.

A la cabeza del reparto tenemos a Mark Wahlberg, que con su cara de niño con un punto de malicia, resulta perfecto para interpretar a una estrella del porno. Su personaje es Eddie, un joven dotado por la naturaleza con algo único. Como dice varias veces durante la película: “A cada persona se le concede un don especial”. En su caso su don está entre sus piernas. Durante el desarrollo de la historia, y siempre fuera de plano, vemos la reacción de sorpresa e incredulidad de varios personajes cada vez que Eddie se quita sus diminutos calzoncillos de nylon.

“Boogie Nights” aunque está ambientada en el mundo de la pornografía no es en absoluto una película pornográfica. Sin embargo Anderson consigue mantener la ‘tensión sexual’ sacando de cuadro el sexo más explicito en el momento justo para transmitir claramente el mensaje sin arriesgarse a vulnerar los puritanos códigos morales de la industria. La primera escena sexual de Eddie con la diva del porno Amber Waves (Julianne Moore) consigue ser a la vez cruda, absurda, una iniciación e incluso una escena de amor. Moore, en una magnífica interpretación, parece una madre recibiendo a su hijo perdido de nuevo en su vientre.

La película narra las vidas de varios personajes en su transición desde los 70, hedonistas e inocentes, a los 80, dominados por la sangre fría y los intereses comerciales. El personaje interpretado por Burt Reynolds es quizá el mejor ejemplo. Un director paternalista que hace porno ‘artístico’, que hace películas, acaba sus días recorriendo un almacén lleno de cintas de video de porno barato. El porno abandona los cines para entrar en las casas, y la gente demanda lo que demanda. Ya no hay lugar para el ‘arte’.

La trama se desarrolla en torno a la espiral de éxito y decadencia de Eddie. Wahlberg está realmente impecable como el chico que deja el instituto para embarcarse en la montaña rusa del porno, igual que la legendaria estrella del porno John Holmes. Pero, sin ninguna duda, quien aporta el punto de amargura y drama es Julian Moore, contrapesando la falta de capacidad interpretativa de Wahlberg.

A primera vista Amber es la típica estrella del porno, adicta a la cocaína, sin talento y alocada. Poco a poco Julian Moore nos lleva hasta las simas más profundas del alma de esta mujer y su dolor. La primera vez que Amber conoce a Eddie es evidente que conecta con él como un sustituto ‘artificial’ de su hijo, separado de ella por culpa de su estilo de vida. Decepciona un poco que Anderson considerase necesario poner esto en palabras más adelante en la película cuando las palabras eran totalmente innecesarias.

Al visionar la película, por favor, prestad atención al increíble abanico de miradas a Eddie que Julian Moore despliega. El primer plano sobre ella durante una fiesta, mientras mira a Eddie cerca de la piscina, es uno de esos bellos momentos que se te queda dando vueltas en la cabeza durante días. En una sola toma vemos la simplicidad de Amber, su confusión, su fragilidad y la pureza de sus convicciones. Una escena como esta justifica el buen cine. No veo como se puede expresar esto en palabras o incluso en una toma a mayor distancia.

A Anderson le gustan considerablemente los primeros planos, y sabe usarlos con inteligencia. En medio de una tensa escena, cuando Eddie a principios de los 80 está en su momento más bajo e intenta robar a un traficante junto a sus amigos, Anderson introduce un primer plano largo poéticamente lógico. En unos segundos se nos revela el nivel de degradación que ha alcanzado. Otra característica de Anderson es su capacidad para combinar escenas enervantes con situaciones cómicas, que sirven para reforzar el desarrollo argumental. Un ejemplo es el técnico de cámara desquiciado interpretado por William H. Macy, incapaz de ir a una fiesta sin encontrarse a su esposa follando con alguien en el suelo.

A medida que la película se desarrolla, y los personajes llevan vidas cada vez más divergentes, Anderson sigue distintos hilos arguméntales de forma simultanea. Consigue mantener la unicidad mediante el uso inteligente de puntos de contacto así como gracias a la confianza del espectador, que se ha ganado en las primeras fases de la película.

“Boogie Nights” no es un mosaico de episodios independientes sobre personajes disparatados. Es un retrato creíble de la historia social reciente pintada con colores intensos y exuberantes.

lunes, 16 de febrero de 2009





La Britania Artúrica

Los Años Oscuros

El periodo de tiempo comprendido entre la marcha de los romanos de Britania y la llegada de San Agustín a Kent para convertir a los sajones se conoce como los Años Oscuros. Dicha época comprende la mayor parte de los siglos V y VI y prácticamente no existen testimonios escritos del periodo. Pero si sabemos que durante estos años se produjo la paulatina división de Britania en un Oeste Británico, un Este Teutónico y un Norte Gaélico: gérmenes de las futuras Gales, Inglaterra y Escocia respectivamente, y la gradual conversión al cristianismo de la zona occidental de la isla.

En el año 410 Britania se había convertido en una región dividida en tres partes con gobiernos autónomos, el Norte (compuesto por gentes de pueblos británicos y anglos); el Oeste (con británicos, irlandeses y anglos); y el Sureste (principalmente, anglos). Con la marcha de las últimas tropas británicas, los bárbaros encontraron el camino libre para atacar y dominar a las tribus británicas. Especialmente, los Pictos y Escoceses atacaban el Norte y Oeste (los Escoceses, procedentes de Irlanda, aún no se habían establecido en la actual Escocia); y los Sajones, Anglos y Jutes el Sur y Este.

Los dos siglos posteriores a la salida de los romanos de Britania se considera como una de las épocas más tormentosas y peligrosas de la historia inglesa, y, desde luego, una de las más oscuras. La única información de la penetración anglosajona en Britania procede de los relatos del monje Gildas en el siglo VI, del historiador Bede en el siglo IIX, y del historiador Nennius en el siglo IX. De sus relatos, y de las evidencias arqueológicas, podemos deducir que la ocupación anglosajona de la isla de Britania tuvo lugar en dos fases. Por supuesto, evito usar el término partidista ‘conquista’ usado por Bede en sus escritos.

Podemos encontrar una situación análoga a la subjetivización de la historia por parte de los historiadores ingleses en referencia a este periodo en la historia de Israel. Recientes descubrimientos arqueológicos han puesto en duda gran parte del relato que encontramos en la Biblia sobre la conquista de Canaan. Hay que tener en mente que quienes escriben la historia son los vencedores, ansiosos de magnificar sus victorias y denigrar al contrincante. Ahora está claro que los bardos y escribas semitas transformaron lo que en realidad fue una ocupación paulatina sin oposición, mediante la inmigración, en una literaria y épica conquista por las armas.

En lo referente a la historia británica, vemos que los historiados ingleses, especialmente Bede, no se diferenciaron mucho de sus colegas israelíes. Al margen de su exactitud y pericia como historiador, está claro que los prejuicios de Bede hacia los nativos británicos así como sus creencias religiosas y proximidad a los invasores ingleses marcaron hondamente sus relatos sobre la colonización de la isla.

Bede (672-735) pasó la mayor parte de su vida en Jarrow, provincia de Northumbria. En muchos sentidos se puede considerar que su trabajo como historiador fue bastante acertado, aunque al ser también teólogo sus ideas religiosas desvirtúan la objetividad de su trabajo. Su hostilidad hacia algunos pueblos británicos, debida a sus inclinaciones religiosas pro-cristianas, convierte en parcial su obra. En sus escritos se refiere a los miembros de la ‘iglesia celta’ como ‘bárbaros’ o ‘raza rústica y pérfida’. Muchos historiadores modernos consideran a Bede un ‘monje loco’, pero su libro de historia del año 708 ha representado la única referencia valida sobre la historia de este periodo durante muchos años, sin ser cuestionado. Tampoco pueden escapar a la acusación de parcialidad Nennius ni Geoffrey de Monmouth, ni la mayor parte de los historiadores ingleses del pasado, ya que transmitieron y refrendaron la idea de que los nativos británicos habían sido forzados a emigrar, permaneciendo únicamente en Gales y Cornwall, por la mal llamada ‘conquista anglosajona’.

No se puede considerar que el patrimonio cultural británico proceda únicamente de los anglosajones; este patrimonio es, al igual que en tierra santa, un crisol de culturas, ideologías y sociedades. Por ejemplo, existen evidencias de que los celtas no desaparecieron de Inglaterra. Más de un historiador moderno ha señalado que un éxito militar como una conquista total por parte de un ejercito anglosajón de la isla no podría de ningún modo haber pasado desapercibida para los profesionales y eficientes historiadores romanos, pero sólo las crónica de Procopio y Próspero Tiro hacen referencia al evento, y en términos que no hacen pensar en una conquista a gran escala.

En las ‘Crónicas Galas’ del 452, Tiro relata como los británicos autóctonos fueron reducidos en el año 443 ‘in dicionen Saxonum’ (al poder de los Anglos). Usa el termino Sajón (Saxonum) para referirse a todos los habitantes de Britania que usaban el idioma de los anglos (futuro ingles). La palabra procedía del término galés Saeson, usado para referirse a estas gentes. Los historiadores romanos tomaron la costumbre de denominar sajones a todos los pueblos que, desde el siglo III, atacaban la costa oriental y sur de Inglaterra. Aunque realmente los pueblos que se asentaron en Britania durante el siglo VI eran Anglos y Frisones, la denominación ‘sajones’ usada por los romanos provocaría que, a la larga, fueran conocidos como anglosajones o simplemente sajones.

En el relato de Procopio, de mediados del siglo VI (Las Guerras Godas, Libro 1V, Capítulo 20), se describe que la isla de Britania se encontraba bajo el dominio de tres grandes naciones: los Angili, los frisios, y los bretones. “Y son tan numerosas las gentes de estas naciones que, cada año, muchos de ellos emigran a las tierras de los Francos...”. En el relato no se habla de que estos pueblos viviesen en estado de guerra o enemistad entre ellos, ni tampoco se hace referencia a una invasión y expulsión de los británicos autóctonos hacia el oeste. Tenemos que asumir, por tanto, que las Crónicas Galas del 452 se refieren únicamente a una parte, relativamente pequeña, de Britania, y que no implica la existencia de una conquista real por parte de los sajones. De acuerdo a un reciente estudio del Instituto de Biología Molecular de la Universidad de Oxford (publicado en Realm, Marzo/Abril 1999) se ha establecido que existen características en el ADN procedentes del hombre de la última era glaciar iguales en un 99 por ciento de una muestra de 6.000 británicos analizados, lo que demuestra que la presencia sajona, de los anglos y de los jutes (y daneses, y normandos) no afectaron básicamente a la población local y en ningún caso supusieron su exterminio o confinación en una determinada zona geográfica.

Por tanto, debemos estar de acuerdo con la teoría de los profesores John Davies y A.W. Wade-Evans, que, por primera vez, dudaron de la versión de la invasión, poniendo en entredicho la supuesta aniquilación y persecución de los aborígenes británicos por parte de los sajones. El mito fue creado y divulgado, principalmente, por los historiadores del siglo XIX en su intento de remarcar la naturaleza teutónica del pueblo Inglés, y diferenciar al políticamente maduro, emocionalmente estable e instruido pueblo de Inglaterra de los primitivos, rudos y poco fiables pueblos de Gales, Escocia e Irlanda, que, aparentemente, no compartían ninguna característica benigna con las gentes de Inglaterra.

No fue tan sólo Bede el que contribuyó a sembrar la confusión sobre los sucesos acaecidos en el periodo comprendido entre los años 400 y 600, también jugó su papel el considerado como documento más influyente escrito en este periodo por el monje Gildas, en el año 540: De Excidio Britanniae (Sobre la Caída de Britania). En este escrito de unas 25.000 palabras, Gildas nos sermonea menospreciando e insultando a sus contemporáneos, los Reyes de Britania. Nos dice, a las claras, que la venida de los sajones fue un castigo divino por los pecados de los nativos británicos. Como podemos descubrir al releer cuidadosamente a Gildas, su historia no contiene pruebas fehacientes sobre los hechos que relata, teniendo que fiarnos más de la producción literaria de la época, sobre todo la procedente de Escocia, que aporta información de mejor calidad que la proporcionada por este supuesto ‘historiador’.

Del norte de la isla surgieron dos grandes poetas, Taliesin y Aneirin. Ambos vivieron en la zona conocida hoy en día como Strathclyde, Escocia, pero escribieron en Galés antiguo. Sus poemas forman parte de la tradición heroica que ensalzaba a los reyes guerreros y a sus seguidores batallando continuamente contra los malvados invasores germánicos. También ensalzaban el honor en la derrota. Los poemas de Taliesin nos hablan del gobernante ideal, que protege a su pueblo con su coraje y ferocidad en la batalla pero que sabe ser magnánimo y generoso en tiempos de paz. Aneirin es conocido por su poema Y Gododdin, canto a las hazañas de un grupo de guerreros que lucharon contra los anglos en Catraeth y que estaban deseando entregar sus vidas por su señor. En este poema aparece la primera referencia a Arturo, descrito como parangón de virtud y valentía. En el Annales Cambriae, dibujado en las paredes de St. David en Gales, Arturo aparece triunfante tras la Batalla de Badon del año 516 contra los sajones.
Otra recopilación de relatos populares fechada en el año 830 repasa los eventos de estos oscuros años y se conoce como Historia Brittonum, atribuida a Nennius. En ella se menciona a Arturo, al igual que a Bruto, como uno de los antecesores de los galeses. Quizás una de las primeras referencias fiables a la figura de Arturo sea la del año 537 en el Annales, que describe brevemente la Batalla de Camlan, en la que murieron tanto Arturo como Medrawd (Mordred). El resto de historias sobre el enigmático líder británico son puras fantasías. Pero sería con la imaginativa producción de Geoffrey de Monmouth (1090-1155) con la que se generaría toda una serie de romances artúricos dando lugar a una nueva e impresionante tradición en la literatura europea.

Históricamente, la llegada del cristianismo a la isla ensombrecerá los grandes logros literarios. En la mayor parte de la actual Inglaterra, el latín se convirtió en el idioma oficial de la administración y la educación, sobre todo debido a la práctica inexistencia de la escritura en la cultura celta. El latín también era el idioma de la poderosa Iglesia de Roma. Los antiguos dioses celtas habían dejado paso a los nuevos, como Mitra, introducidos por los romanos; de nuevo fueron reemplazados cuando misioneros procedentes de la Galia introdujeron el cristianismo en las islas. Parece que ya en el año 314 se había establecido una Iglesia Cristiana en Britania, ya que en ese año varios obispos británicos asistieron al primer concilio de la Iglesia en Arles. A finales del siglo IV se instauró la organización diocesana, estando varias diócesis bajo el poder directo de un obispo.

Durante este periodo, varios misioneros de la Palabra de Dios se encargaron de evangelizar el sur y este de la zona que conocemos como Escocia (no tomaría este nombre hasta finales del siglo X, usándose hasta entonces Scotia para referirse a Irlanda y transfiriéndose en esta época la denominación al actual suroeste de Escocia). El misionero pionero en esta tierras fue Ninian, que, probablemente, fundó la primera iglesia (Candida Casa: Casa Blanca) en Whithorn, Galloway, ejerciendo su ministerio desde aquí como obispo viajero. Murió y fue enterrado en su iglesia en el año 397. Durante siglos, su tumba se convirtió en lugar de peregrinación, incluso para los reyes y reinas de Escocia.

Durante las invasiones sajonas, en la inmutable península occidental que más tarde se conocería como Gales, se establecieron los primeros monasterios (las palabras Gales y Galés las usaban los germanos para referirse a los británicos romanizados). Este tipo de instituciones se extendieron rápidamente a Irlanda, desde donde misioneros retornaban para intentar evangelizar las zonas de la isla que no estaban bajo jurisdicción de alguno de los Obispos de Roma, principalmente el noroeste. Aunque el primero de estos misioneros fue St. Oran, que estableció iglesias en Iona, Mull y Tiree, el de mayor relevancia fue sin duda Columba, que, aunque más tarde se convertiría en uno de los santos más populares de la historia de la Iglesia Católica, construyó la nave principal de su monasterio orientada al oeste, y no al este, siguiendo las tradiciones locales. Sus esfuerzos reformadores le llevaron a ser excomulgado por Roma. Tuvo que huir de Irlanda, con lo que Escocia ganó lo que Irlanda perdió.

La isla de Iona se encuentra en la costa oeste de Argyll, actual Escocia. Es conocida como la Isla de los Sueños o la Isla de los Druidas. Aquí desembarcó Columba (Columcille “Paloma de la Iglesia”) con un reducido grupo de monjes irlandeses en el año 563 con el único objetivo de predicar el evangelio entre las gentes del lugar, y en esta isla fue donde el santo coronó rey del nuevo territorio de Dalriata a Aidan (la zona había sido colonizada previamente por hombres de Columba procedentes de Ulster). Iona se convirtió rápidamente tanto en la sede principal de la Iglesia Celta de toda Britania como en un centro político de gran relevancia. Tras asilar en el complejo monástico de Iona al prófugo Oswald en el siglo VII, el Rey, cuando recuperó su poder, invitó a los monjes a abandonar el complejo para establecerse en Northumbria. De esta forma, Aidan y sus doce discípulos se establecieron en Lindisfarne, que al igual que Iona paso a convertirse en un importante centro cultural y religioso de los primeros años de la cristiandad.

Parece que, en el año 574, Columba volvió a Irlanda para defender a los bardos, a punto de ser expulsado de la zona por ser generadores de problemas y disturbios. Según la leyenda, el monje alegó que su expulsión privaría al país del rico folclore y tradición celtas. También se negó a talar los centenarios robles sagrados característicos de la ancestral cultura de los druidas. Aunque se permitió quedarse a los bardos, se les obligó a renunciar a sus privilegios como guardianes de la antigua religión (algunos escritores modernos, como Robert Graves, han datado algunas de las raíces de la literatura celta en tiempos muy anteriores al siglo VI).

Durante el periodo que nos ocupa, los siglos V y VI, fueron numerosos los santos celtas que fueron ‘asumidos’ por la Iglesia, en su proceso de rápida expansión. Pero, en el Sínodo de Whitby del año 664, la Iglesia Celta, con sus propias ideas sobre la consagración de sus obispos, sus monjes tonsurados, sus fechas propias para la celebración de la Pascua, y muchas otras diferencias con la Iglesia de Roma, fue forzada por la mayoría de obispos a aceptar la regla de San Pedro, introducida por Agustín, en vez de la regla de St. Columba. Desde este momento, ya no se puede hablar de la existencia de una Iglesia Celta diferenciada de la romana. Desde finales del siglo VII ya podemos empezar a hablar de una entidad política anglosajona como tal en la isla, y de la formación y crecimiento de diferentes reinos ingleses en ella.