miércoles, 5 de enero de 2011

Proyecto ibérico

227 A.C.

Siempre que tenía oportunidad, Gerión escalaba con los pies desnudos las escarpaduras de la roca, que a modo de vigía, guardaba la entrada a la bahía. El brazo de mar que penetraba en la tierra a través de un pequeño canal se abría formando una amplia ensenada, con aguas siempre calmas. Miles de años antes, un caudaloso rió labró la roca abriéndose paso hacia el mar. La roca caliza de la costa se partió como una manzana atravesada por un cuchillo, pero la tierra arcillosa de la actual ensenada se disolvió, dejándose llevar hacia el mar.

Desde lo alto del peñasco, si se miraba hacia el este, se podía contemplar el infinito mar, unos días de una calma casi celestial, otros de una bravura inimaginable. Al Oeste, el borde de la ensenada estaba tachonado de pequeñas cabañas confeccionadas en su mayor parte de paja empapada en arcilla, inteligentemente apilada hasta unos dos metros de altura. Las paredes estaban rematadas por techos pajizos, que cada verano debían sustituirse para asegurar que la escasa lluvia del invierno no penetrase al interior.

El pequeño asentamiento se conocía con el nombre de Mastia. Según las historias que su padre le contaba, los primeros pobladores llegaron a Mastia procedentes del oeste, desde la misteriosa ciudad de Gadir, que ya nadie sabía donde podía estar. Cualquier memoria colectiva del pasado se había esfumado en una comunidad que, desde el primer momento en que se asentó, se dedicó pacíficamente a la pesca, limitando sus contactos con otras tribus a los necesarios intercambios de mujeres que garantizasen una mínima variedad genética. Todavía faltaba mucho para Mendel, pero era evidente para todos que la endogamia debilitaba a la progenie.

Gerión había sido feliz en el pueblo siendo un niño. Persiguiendo a los pescadores hasta la orilla y ayudándoles a empujar sus pequeños botes en el agua. Guiando las manos de las ancianas cuando trataban de reparar las redes con palo e hilo. Encaramándose a las rocas bajas en un extremo de la playa para zambullirse en las aguas cristalinas del caliente mar de verano. No había preocupaciones ni en su corazón habían despertado espíritus dormidos.

Pero hacía unos meses, de forma repentina, su tranquilidad terminó. Nada especial había ocurrido para provocarlo. Pero esa noche, no durmió. No podía soportar la idea de pasar un día más en la aldea. Y no sabía por qué. Ahora ya formaba parte, aunque fuera como aprendiz, de las partidas de pesca. Ya le consideraban un adulto y pronto iría en busca de esposa al otro lado de las montañas. Su vida empezaba a tener sentido y ser completa, igual de completa al menos que las del resto de habitantes del pueblo. Pero entonces, ¿por que se le despertaba ese sentimiento?

Gerión preguntó a su padre, al que no tenía por un hombre especialmente sabio, pero que siempre le daba respuestas claras y concisas. 'Padre, yo creo que no he nacido para tener la vida que tu has tenido', le dijo un día aprovechando que estaban solos en la cabaña. 'No me extraña, hijo mío. Nunca deberíamos haberte dado ese nombre.' Y su padre se lo explico.

Gerión era un nombre que venía de antiguo, traído hasta allí por los fundadores desde Gadir. Su madre se había empeñado en nombrarle así, aunque estaba prohibido en la aldea desde que hacía cinco generaciones Gerión el viejo, como le llamaban, montó en su barca una mañana y nunca regresó.

El nombre provenía de un rey de su pueblo. Un gigante de tres cabezas que pacíficamente pastoreaba sus bueyes a las orillas del río que desemboca cerca de Gadir. Pero un día apareció en su tierra un hombre llamado Heracles. Heracles decía venir del otro lado del mundo para cumplir unas pruebas, entre las que se encontraba matar a un gigante. Y parece ser que Gerión era justamente lo que buscaba. El pobre Gerión, desconocedor de la violencia y de la maldad humana, acostumbrado como estaba a sus bueyes, dejó a Heracles subirse a sus hombros para que este pudiese ver hasta el horizonte y buscar a su gigante. Del primer tajo, Gerión perdió una cabeza. '¿Por que me has cortado una cabeza?', preguntó Gerión sorprendido. 'Ha sido un descuido, querido Gerión. Estaba intentando pelar esta naranja y se me ha escapado el cuchillo. Lo siento mucho', mintió Heracles. El pobre Gerión disculpo a Heracles y le dijo que no pasaba nada grave. Al fin y al cabo, tenía otras dos cabezas.

Al cabo de un tiempo, Gerión volvió a sentir la daga de Heracles sobre uno de sus cuellos y le dijo: 'Cuidado, Heracles, no me vayas a cortar otra cabeza'. 'No te preocupes, Gerión, solo te estoy quitando una brizna de hierba que tenías aquí mismo.' Y de un tajo le rebano la segunda cabeza.

Enfurecido, Gerión arrojó a Heracles al suelo y le pidió que se marchase, ya que con una sola cabeza y ese guerrero tan descuidado cerca, temía por su vida. Heracles se deshizo en disculpas, asegurándole que nunca había sido su intención hacerle daño, y que necesitaba su ayuda por última vez para recuperar un anillo que se le había caído dentro de la madriguera de un topo.

Gerión, sin saber lo que era la desconfianza, agacho su cabeza hasta el agujero en el suelo, y no viendo nada siguió empujando y empujando hasta que toda ella estaba enterrada en la tierra. Aprovechó entonces Heracles para cercenarle el cuello y acabar con el gigante. Después lo descuartizó y metió sus restos en un enorme saco. Las leyendas contaban que, pasando enormes dificultades, viajo al norte, hasta el fin del mundo, donde construyo una torre sobre los restos del gigante, justo en el borde de un mar desconocido.

' Ese nombre, hijo mío, te destina a ser como el gran rey. Inocente ante las maldades de los otros. Confiado hasta la estupidez. Y más destinado a vivir entre animales que entre personas. Se dice que todos los portadores de ese nombre, más tarde o más temprano, tienen que dejar a los suyos para comulgar con su verdadera familia: los animales. Gerión El Viejo ya hablaba con los peces antes de desaparecer y muchos piensan que se fue a vivir con ellos voluntariamente. Por eso no me extraña lo que dices. Porque desde hace tiempo espero que un día desaparezcas para convertirte en un salvaje que recorra las montañas con los lobos.'

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